Era de Santa Fe y estuvo en la primera escuela pública. Hoy se recuerdan los 128 años de la muerte de Sarmiento.
POR JULIO SPINA, DE LA REDACCIÓN DE CLARÍN
Ya habían pasado quince años desde que el conquistador Juan Torres de Vera y Aragón había fundado la ciudad a la que -sin modestia alguna- bautizó Vera de las Siete Corrientes, cuando otro adelantado, Diego Martínez de Irala, le propuso al Cabildo fundar una escuela.
Así fue como en 1603 Corrientes se aventuró con la primera aula y designó al primer maestro sobre lo que después sería suelo argentino.Don Ambrosio de Acosta debió haber sentido un nudo en la garganta, cuando lo dignificaron con tan extraño honor.
Por qué a mí, habrá pensado. Es que de Acosta era criollo, nacido en Santa Fe, a diferencia de lo que ocurría con las pocas experiencias habidas en América hasta entonces. Todos los instructores eran españoles y religiosos.
Pero además era laico. Aunque seguramente jamás se detuvo a reflexionar sobre el asunto, estaba inaugurando una tradición de casi 400 años de escuela pública laica.Precisamente el 11 de setiembre fue elegido para conmemorar el Día del Maestro como un homenaje a Domingo Faustino Sarmiento -el mayor impulsor de la educación pública, laica y gratuita- que falleció hace 110 años en Asunción del Paraguay.Un adelantado.
El maestro Acosta tenía además un buen pasar económico gracias a haber estado más de una vez en el lugar apropiado. En 1580 había sido uno de los primeros pobladores de Buenos Aires al lado de Juan de Garay. Por eso recibió algunas tierras para explotar con cultivos de frutales.Ocho años más tarde también estuvo en la fundación de Corrientes con Torres de Vera -que acababa de salir de la cárcel por haberse casado sin permiso del rey con la hija de otro adelantado para poder heredarlo-. En esa oportunidad Acosta también recibió su terrenito pero también se benefició con una encomienda, es decir, la mano de obra indígena que necesitaba para el trabajo.
Pero Ambrosio de Acosta contaba con un prestigio adicional: había sido educado en Asunción, lo que constituía un extraño privilegio en una sociedad eminentemente rural donde la cultura predominante era oral y demostraba poco interés por la cultura letrada.
Con todos esos antecedentes lo nombraron en el cargo. Y aunque en un primer momento rechazó tal responsabilidad -una verdadera carga pública- finalmente aceptó.Muy poco más se sabe de Ambrosio.
También se desempeñó como escribano público en Corrientes y regidor en el Cabildo. La falta de información se debe a que los documentos de la época son muy escuetos. Ni siquiera se conoce la cantidad de alumnos que tenía, ni el salón donde funcionaba la escuela, ni la frecuencia con que Acosta dictaba sus clases, explica el especialista en historia de la educación Rafael Gagliano.
Es que las resoluciones del Cabildo vinculadas con temas de educación tenían una escasa relevancia frente a otras cuestiones imperiosas que tenían que ver con la supervivencia, como la seguridad y el abastecimiento de las ciudades, agrega el especialista.
Lo que sí se conoce es que los estudiantes eran niños varones blancos, ya que no podían asistir a clases negros, indios, mestizos o mujeres, todos ellos considerados seres inferiores y que despertaban dudas acerca de su humanidad. Mucho menos existían los planes de estudio. Sólo se enseñaba a contar, leer y escribir.
Otra de las características que señala Gagliano de aquellos primeros pasos de la instrucción es que si bien era pública no era gratuita. Cada uno de los rubros de la enseñanza tenía un arancel establecido.
Y normalmente los docentes podían cobrar por cada una de las enseñanzas o por los logros obtenidos por los niños que instruían. En realesPor ejemplo, a comienzos del siglo 17, por la enseñanza de lectura los padres tenían que pagarle al maestro 4 reales, y 6 por la escritura. En esa época el Cabildo de Buenos Aires autorizó a que se pagara tanto en metálico como con frutos de la tierra, es decir, harina, cueros, sebo, trigo o ganado.
Y Buenos Aires también tuvo su primer maestro autorizado por el Cabildo. También laico y criollo como su par de Corrientes. Algunos historiadores señalan que Francisco de Vitoria dictó clases por primera vez en 1605. Aunque las coincidencias con Acosta terminan ahí porque, cuando le fue ofrecido ese puesto, Vitoria era un desocupado más. Como les ocurría a tantos otros en esa aldea que era Buenos Aires.
(Imagen meramente ilustrativa- extraida de internet)
Domingo, 11 de septiembre de 2016